Nacimiento de José Artigas

Hijo de Martín José Artigas Carrasco y de Francisca Antonia Arnal Rodríguez, según la partida que luce al folio 209 del Libro Primero de Bautismos de la Catedral de Montevideo. Su abuelo, Juan Antonio Artigas Ordobas y su abuela Ignacia Xaviera Carrasco y Melo-Coutiño, habían sido de los primeros pobladores de la ciudad. Formaba parte de una de las familias más acaudaladas de Montevideo. Su padre era propietario de campos y fue el primer Capitán de Milicias, desempeñando el cargo de Oficial Real.

Fue el tercer hijo de los seis que tuvieron sus padres. Sus hermanos fueron: Martina Antonia, José Nicolás, Manuel Francisco, Pedro Angel y Cornelio Cipriano. Los dos últimos fallecieron antes de 1806.[6]

Ocho años después de su bautismo, José Artigas, junto con varios de sus hermanos y su propio padre, recibió el sacramento de la confirmación, el 24 de diciembre de 1772, en la estanzuela de don Melchor de Viana, siendo padrinos éste y su esposa, doña Rita Pérez.

Artigas pasó estos primeros años en la ciudad y en la chacra de su padre, ubicada junto al arroyo Carrasco. Recibió en su niñez la mejor educación que en la época se podía dar en su ciudad, la cual consistía en la enseñanza primaria, impartida por los padres franciscanos del convento de San Bernardino.

Según consignó en sus memorias el General Nicolás de Vedia, prefirió dedicarse a las tareas rurales. A los doce años se trasladó al campo, en tierras pertenecientes a su familia. Observando a los habitantes del lugar -entre ellos, los gauchos- se hizo ágil en el manejo de las armas y del caballo.

En 1778 su nombre aparece registrado al ingresar en la Cofradía del Santísimo Rosario. Luego se abre una época indocumentada en la vida del héroe, de la que apenas se poseen algunas noticias. En sus "Apuntes biográficos sobre don José Artigas", el citado general Vedia, expresa:

Don José Artigas era un muchacho travieso e inquieto y propuesto a sólo usar de su voluntad; sus padres tenían establecimientos de campaña y de uno de estos desapareció a la edad como de 14 años y ya no paraba en sus estancias, sino una que otra vez, ocultándose a la vista de sus padres. Correr alegremente los campos, changuear y comprar en éstos ganados mayores y caballadas, para irlos a vender a la frontera del Brasil portugues, algunas veces contrabandear cueros secos, y siempre haciendo la primera figura entre los muchos compañeros, eran sus entretenimientos habituales".
La documentación glosada prueba que Artigas, como hijo de su tiempo, como morador de la pradera oriental, participó en faenas clandestinas y en el trajín del contrabando, en la zona norte de la Banda Oriental, durante los años de su mocedad. Vuelve Vedia a mencionarlo en sus "Apuntes”:

"Se habían pasado cosa de dieciséis a dieciocho años, cuando después abrazó su carrera de vida suelta, lo vi por primera vez en una estancia, a orillas del Bacacay, circundado de muchos mozos alucinados que acababan de llegar con una crecida porción de animales a vender. Esto fue a principios del año 93, en la estancia de un hacendado rico, llamado el capitán Sebastián".
La historia clásica del período de la "reivindicación", negó siempre el aserto, aduciendo, por lo menos, inocuidad de las probanzas. Lorenzo Barbagelata, por ejemplo, la vincula a las acusaciones, interesadas y falsarias, del libelo de Cavia. Eduardo Acevedo, aunque explica largamente el carácter del contrabando como "ley de la época" y cita la unánime opinión al respecto de historiadores del más diverso origen, concluye preguntándose donde están las pruebas de que el Jefe de los Orientales haya sido contrabandista. De todas maneras considerando el contexto histórico, no debería despreciarse la hipótesis de que, siendo una persona de campo, actuara en contra de los intereses de la Corona cometiendo oportunamente alguna forma de abigeato. Era en esas épocas una forma de defender los intereses de la familia de los elevados impuestos y un connato de la rebeldía que demostraría más tarde contra el régimen realista.


Artigas pasó las primeras décadas de su vida trabajando primero en sus estancias en la campaña oriental y luego como militar en el cuerpo de Blandengues, en estrecho contacto con los gauchos e indiosTambién se relacionó con los aborígenes charrúas de manera intensa. Según diversos investigadores —entre los que se destaca Carlos Maggi, que expone esta afirmación en su libro El Caciquillo— durante el período que va desde su adolescencia hasta su ingreso en el cuerpo de Blandengues, período en el cual no aparecen referencias en los registros de la época, Artigas habría vivido con los charrúas, llegando a tener mujer e hijo dentro de esa nación. Este hijo, Manuel (el famoso Caciquillo), habría nacido hacia el año 1786, siendo aparentemente, el primogénito del prócer. Varias pruebas que se respaldan en cartas y en la actitud de Artigas hacia y los indios, y viceversa, respaldan la existencia de este hijo.[7]

Su vida se habría desarrollado al norte del Río Negro, en las Misiones Orientales, Río Grande del Sur y Santa Catarina. Fue durante esta epoca que conoce a Isabel Sánchez Velásquez, nacida cerca de 1760 y la primera mujer de Artigas de quien se tenga conocimiento documentado. Separada de su marido Julián Arrúa (con el que tuvo cinco hijos), Isabel y Artigas comienzan una relacion amorosa que dura más de diez años, y de la que nacieron cuatro hijos: Juan Manuel (nacido el 3 de julio de 1791), María Clemencia (nacida el 14 de agosto de 1793 - fallecida en la infancia), María Agustina (nacida el 4 de agosto de 1795 - también fallecida de menor edad) y María Vicenta (nacida el 24 de octubre de 1804). En 1792, Artigas tiene otro hijo con una mujer desconocida, llamado Pedro Mónico, el cual queda al cargo de sus abuelos paternos, para quienes fue su nieto favorito.[7]

A los treinta y tres años, en 1797, amparándose en una amnistía para quienes no tuvieran delitos de sangre, ingresó como soldado raso al recién creado cuerpo de Blandengues de Montevideo, una milicia especialmente autorizada por el rey en el Virreinato del Río de la Plata, que tenía como fin de proteger las fronteras. En esta función, Artigas participó del control de los avances portugueses en la frontera norte y en la lucha contra el contrabando y el pillaje.

Poco antes de finalizar el siglo XVIII, Artigas se encontró en la frontera con el Brasil, con un afro-montevideano que había sido capturado por los portugueses y reducido a la esclavitud. Decidió entonces comprarlo para darle la libertad. Desde entonces Joaquín Lenzina, más conocido como «el negro Ansina», acompañaría a Artigas durante el resto de su vida, convirtiéndose en su mejor amigo, su camarada de armas y su cronista.[8]

A Ansina corresponden estos versos sobre los años en el cuerpo de Blandengues:

Aunque en Maldonado está
el cuartel general,
el blandengue siempre va
por toda la tierra Oriental.
Artigas enseña
a no encender el fogón
que deje seña
de su posición...
Sigue, de noche y de día,
las huellas criminales
buscando con porfía
a hombres y animales.[9]



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